Programa de Educación Sexual y de Género

Lo que nos llevó a formular tal proyecto fue la atroz realidad actual, que contempla una abismante ignorancia respecto de los temas de sexualidad y género además de la marcada discriminación, desigualdad, machismo y homofobia presentes en nuestro país. 

Es importante para nosotros dar solución a esta problemática de falta de información y educación sexual debido a los problemas que ésta trae como consecuencia. Entre ellos se destacan la discriminación, tanto a las diversas orientaciones sexuales, como a los transexuales y el género femenino. Los embarazos adolescentes, los abortos, abusos, e infecciones de transmisión sexual son también derivados de esta problemática. Se suman además las enfermedades psicológicas tales como depresión y estrés, que desembocan en consecuencias tan trágicas como el homicidio o el suicidio. 

Estos problemas podrían evitarse si existiese una educación sexual y de género que no solo nos enseñase cómo funciona el sistema reproductor tanto masculino como femenino sino que nos incitase a descubrirnos y descubrir nuestra sociedad sin las reglas represivas de lo que “debería ser” masculino o femenino. 

Actualmente, la ley 20.418 estipula el derecho de conocer los procesos y el funcionamiento de los sistemas reproductores, pero es un programa opcional y que no se aplica en la mayoría de los colegios, por lo que no se abordan los problemas que realmente afectan a los jóvenes de hoy en día. 

Es necesario además destacar que en un sondeo hecho por el INJUV entre 800 estudiantes de un colegio de Ñuñoa, el 43% de los estudiantes se había iniciado sexualmente a edades tan tempranas como los 11 o 12 años[1].

Por otro lado, según cifras del Movilh, los asesinatos por homofobia ascendieron en un 33% durante el año 2013[2]. Junto con estas cifras, datos del SERNAM aseveran que en lo que va del 2014 se han producido 23 femicidios consumados[3]; y un estudio de la Fiscalía Nacional revela que entre el 2007 y 2012, 273 mujeres han muerto por esta causa[4]. 

Por eso, nuestro mensaje manda la creación e implementación de una asignatura de “Educación Sexual y de Género” desde séptimo básico a cuarto medio, con dos horas pedagógicas a la semana. 

Los recursos se obtendrán del presupuesto anual para educación; de ser necesario, se reasignarán los recursos para garantizar la disponibilidad de capital para la creación y ejecución de este programa.

La responsabilidad de impartir estas clases deberá recaer sobre profesionales especializados tales como: psicólogos juveniles, profesores capacitados, sociólogos, sexólogos, etc. 

Quienes fiscalicen han de ser fijados por la Superintendencia de Educación, y quienes diseñen los planes y programas han de ser profesionales pertinentes, vinculados a las áreas de salud, ciencias sociales y de educación. 

Las horas utilizarán actuales horas JEC de Lenguaje y Matemáticas, que hoy resultan ineficaces en cuanto a rendimiento se trata[5]. Esto para evitar recargar tanto a estudiantes como a profesores y profesoras. 

Se entiende que Chile es un Estado laico, por lo que todo colegio que reciba aportes estatales deberá implementar este programa. La sexualidad y el género son productos de nuestra cultura y, por tanto, deben ser comprendidos en los diversos contextos en los cuales se desenvuelve cada persona. Por eso consideramos que es deber de los colegios entregar a los estudiantes la totalidad de información existente para que cada uno pueda entenderse dentro de su realidad. 

Con este mensaje pretendemos mejorar la calidad de vida de los jóvenes, futuros adultos de nuestra nación, haciendo de Chile un país más tolerante e inclusivo, donde exista mayor libertad de debate y una población más empática.